Texto: Federación de Asociaciones de Ilustradores Profesionales (FADIP)
http://www.fadip.org/
Ilustraciones: Mercè Canals
Te gusta dibujar, disfrutas haciéndolo. No te es difícil comenzar: coger lápices y pinceles para ti no supone ningún esfuerzo, al contrario. Además, ¡te haría tanta ilusión ver tu trabajo publicado! Quién sabe, quizás algún día podrías renovar el panorama artístico con tu obra. Para ti, ilustrar, más que un trabajo es un placer. Y, lógicamente, has decidido convertirte en ilustrador profesional. ¡ENHORABUENA!
Pero ¡cuidado!, porque entonces te integras en un colectivo que lo que realiza es un trabajo, un oficio ni más ni menos que cualquier otro y, por tanto, está lleno de trampas para los no iniciados. Solucionarás más fácilmente las dificultades si tienes siempre claro qué es un ilustrador, con quién trata, por qué, y cómo tiene que hacerlo. Para ti, pues, este abecedario.
Los ilustradores somos profesionales
que ofrecemos nuestro trabajo a cambio de una retribución económica.
Y debemos tener siempre presentes estos tres principios fundamentales:
* Nadie puede quedarse con nuestra obra, ni imprimirla, ni difundirla fuera de las condiciones pactadas con nosotros. El nuestro es un trabajo de creación. Es decir: cuando realizamos una ilustración cada uno de nosotros lo hace de una forma absolutamente original. Somos los creadores de nuestras obras y, por tanto, los dueños.
* Nunca debemos quitar valor a nuestra obra. Cuando nos publican un trabajo no es para ayudarnos. Ninguna empresa difundiría una obra si no esperase obtener de ella un rendimiento económico.
* Nunca debemos hacer un trabajo que vaya contra nuestras propias ideas. Nuestra obra es pública y nos comprometemos no sólo como artistas, sino también como personas.
Las personas o empresas que se interesan por la difusión de nuestra obra
lo hacen porque esperan un rendimiento económico de ella.
Tres cosas que hay que saber del cliente:
* Atendiéndonos no nos hacen un favor: es su trabajo.
* Cuando nos publican una obra es porque ésta tiene un mínimo de calidad, en el caso contrario, no lo harían. No debemos consentir que argumentos del estilo “te estamos haciendo un favor” se usen para rebajarnos el precio. Ni trabajar nunca gratis con la promesa de trabajo futuro; quien no paga ahora, difícilmente lo hará más adelante.
* Una prueba es un encargo. Cuesta tiempo y trabajo y, como tal, se debe cobrar.
El auténtico valor de las imágenes que creamos
es el número de veces que son reproducidas.
El contrato es el medio legal que tenemos a nuestro alcance para controlar la explotación de nuestra propia obra. Es el siguiente paso que hay que dar una vez que hemos salido de la entrevista con el cliente. NUNCA DEBERÍAMOS TRABAJAR SIN CONTRATO. Ahora bien, un contrato hay que saber entenderlo y valorarlo: Es necesario tener en cuenta qué se da y qué se recibe; qué alcance tiene la explotación, para cuántos países y lenguas; el importe del anticipo; la duración… Como norma de oro, RECUERDA tres cláusulas que no deben faltar nunca en tus contratos:
1. El número máximo y mínimo de ejemplares de que constará la edición o ediciones que se pacten.
2. El importe de tu remuneración. Este ha de ser siempre proporcional al alcance de la difusión de la obra. No hay precios absolutos; la norma es CUANTO MAYOR SEA LA DIFUSIÓN, MAYOR SERA LA REMUNERACIÓN.
3. El compromiso por parte del cliente de hacer constar en la cubierta o en un lugar destacado tu nombre o pseudónimo.
Si falta alguna de las dos primeras cláusulas, el contrato puede considerarse NULO.
En los casos en que los contratos no son frecuentes (en publicidad, por ejemplo), especifica SIEMPRE en las facturas cuál es la utilización concreta para la que has hecho tu dibujo y cuál es el ámbito geográfico que abarcará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario